Porque no podía llevarse
Ningún libro, nada escrito.
Porque sólo podía leerse
La vida de San Jacinto
O la de Santa Teresa
O de San Hermenegildo.
Porque la luna brillaba
En el cielo con más brillo
En la casa de la interna
Que quedaba frente al río.
Porque tenía nostalgia
De esa casa, de los tíos,
De la gata, de la abuela,
De las primas y los primos,
Porque estaba acostumbrada
A leer en otros libros
Que le llevaba su madre
Que era maestra de niños,
Fue que decidió la interna
Conquistar a Cocosito
Que era una niña muy rubia
Con cara de no me fijo
A que un libro le trajera
De la calle donde fijo
Salía la seminterna
La semana y los domingos.
Madre Esperanza, la monja
Que con los cuatro sentidos
A la hora del estudio
Cuidaba del mantoncito
De muchachitas internas
Que sin ningún regocijo
Tenían que estudiar sentadas
Porque no hubiera peligro
De que alejándose hablaran
De algún tema poco digno,
Vio a la interna muy atenta
Metida entre sus escritos,
Y exclamó: "qué cosa rara,
Esta que siempre abre el pico."
Y sin más explicación
Metió la mano en el sitio
Donde tenía la novela
Que llevara Cocosito.
¡Qué escándalo, qué emoción!
¡Qué inmenso y tremendo lío!
Tuvo que ir a confesarse,
Decir pecados fingidos,
Tuvo que rezar hincada
Rosario muy aburrido.
Y en la reunión de las grandes
La pararon como un tijo
En medio de todo el mundo,
Sola, sin ningún arrimo,
Y le quitaron la faja
La cruz y casi ei corpiño,
Porque aprendiera a leer
La vida de San Benigno
Mal escrita y peor empleada
En mirar al cielo en limpio.
Virginia Grütter, Poesía de este mundo (San José: Editorial Costa Rica, 1999), 43-4.