¡Ah, mis manos sumidas en manojos de manos!
Mis manos empozadas en corazones vivos.
Mis manos habitadas por tantas manos muertas.
Mis manos traspasando tus manos con su espíritu.
Mis manos terrenales donde todos los hombres
y todos los crepúsculos batallan confundidos.
¡Ah, las manos difuntas penetrando
el vientre de las madres tras las manos del hijo!
¡Ah, las manos creciendo, madurando
en cada mano nueva! Ah, los hondos racimos
de manos que son más que una atadura,
cuando la sangre crea territorios pacíficos!
¡Ah, la vida que cruje por dentro de las manos!
¡Ah, las manos de amor con el mundo cautivo!
¡Ah, las manos que nacen de las manos!
¡Ah, las manos que aman afilando el cuchillo,
las que disparan el fusil como pidiendo
perdón al enemigo!
¡Ah, las manos cogiendo caracoles de fuego
en los fondos marinos!
¡Ah, las manos creando un nuevo territorio
para todos los niños!
¡Ah, las manos unidas en mitad de la sombra
abriendo a los que se aman misteriosos caminos!
¡Ah, las manos espesas como lunas
alumbrando el amor con innúmeros nidos!
¡Ah, las manos tatuadas de pura claridad
en cuyo fondo el viento mueve pájaros vivos!
¡Ah, las manos que vienen del futuro
a enseñarles amor a nuestros hijos!
Jorge Debravo, “Los despiertos”, en Los despiertos guerrilleros (San José: Editorial Costa Rica, 2017), 20-1.