¿QUÉ? ¿Valgo más que una flor
porque ella no sabe que tiene color y yo lo sé,
porque ella no sabe que tiene perfume y yo lo sé,
porque ella no tiene conciencia de mí y yo tengo conciencia de ella?
¿Pero qué tiene una cosa con la otra
para que sea superior o inferior a ella?
Sí tengo conciencia de la planta y ella no la tiene de mí.
Pero si la forma de la conciencia es tener conciencia, ¿qué hay
en eso?
La planta, si hablase, podría decirme: ¿Y tu perfume?
Podría decirme: tú tienes conciencia porque tener conciencia es
un cualidad humana
y sólo no la tengo porque soy flor si no sería hombre.
Tengo perfume y tú no lo tienes, porque soy flor…
¿Pero para qué me comparo con una flor, si yo soy yo
y la flor es la flor?
Ah, no comparemos nada, miremos.
Dejemos análisis, metáforas, símiles.
Comparar una cosa con otra es olvidar esa cosa.
Ninguna cosa recuerda a otra si nos fijamos en ella.
Cada cosa sólo recuerda lo que es
y sólo es lo que nada más es.
La separa de todas las demás el hecho de que es ella.
(Todo es nada sin otra cosa que no es.)
Fernando Pessoa, Un corazón de nadie: antología poética (1913-1935) (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2017): 163, 165.