Levantarme a las cuatro de la mañana sin haber pegado ojo;
así que, presa de una irrefrenable decisión brechtiana,
me puse los calzoncillos.
En otra parte, ¡mundo! eran las diez de la noche y, en otra parte
aún, las diez de la mañana: pero aquí
Vé, vé hombre, vé, sigue tu inspiración;
los calzoncillos, los calcetines;...